sábado, 15 de octubre de 2016

Cómo eramos los jóvenes de los años 1960 y 1970



Mirando atrás es difícil creer que estemos vivos los que fuimos niños en los 70 y 80: nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad traseros, sin sillitas especiales y sin airbags, hacíamos viajes de más de tres horas sin descanso con cinco  o seis personas en el coche y no sufríamos el síndrome de la clase turista. Y sin autopistas por doquier. No tuvimos puertas con protecciones, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, ni protectores para rodillas ni codos. Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y solo volvíamos cuando se encendían las luces. No había móviles. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a guerras de piedras o con los tirachinas y no pasaba nada, eran cosas de niños y las muchas heridas se curaban con mercromina (roja) y unos puntos, y al día siguiente todos contentos. Íbamos a clase cargados de libros y cuadernos, todo metido en una mochila que, rara vez, tenía refuerzo para los hombros y, mucho menos, ruedas. Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto. Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos y nadie se contagió de nada. Sólo nos contagiábamos los piojos en el cole. Y ligábamos jugando a  verdad y consecuencia  no en un Chat o en Badoo. Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. Si te castigaban, te callabas y punto. Y si te aburrías, te aguantabas.
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